Cibercondria: medicalización del bienestar en la era de los influencers

Paciente de 27 años, sin antecedentes patológicos relevantes, consulta por astenia («cansancio y falta de energía») y «retención de líquidos», síntomas que describe como crónicos y fluctuantes. Refiere haber «visto un reel de Instagram» que esto puede deberse a un «desequilibrio hormonal» o «deficiencia de magnesio».

Sin pérdida de peso, fiebre, cambios en el apetito ni síntomas neurológicos. Sueño y apetito conservados. Niega consumo de medicación crónica, hábitos tóxicos ni antecedentes familiares relevantes. El examen físico es completamente normal. Trae un laboratorio con hemograma, función hepática y renal, glucemia, electrolitos y TSH sin alteraciones.

No consulta por síntomas específicos sino por una narrativa construida desde redes sociales. Sin embargo, el paciente insiste en la necesidad de «medirse todas las hormonas», incluyendo cortisol, prolactina, testosterona, DHEA, estradiol, etc.

¿Nueva forma de hipocondria digital?

El caso resume una escena cada vez más frecuente en consultorios médicos: personas jóvenes, sin síntomas invalidantes ni hallazgos clínicos objetivos, que consultan motivadas por información fragmentaria, muchas veces alarmista o directamente errónea, consumida en redes sociales. Esta forma de ansiedad sanitaria inducida por entornos digitales ha sido descripta bajo el término cibercondria.

Lejos de ser una mera curiosidad semántica, este fenómeno ha sido objeto de estudios rigurosos que alertan sobre su impacto: desde la sobreutilización de recursos diagnósticos hasta la consolidación de la medicina como un bien de consumo, donde la «salud óptima» se redefine en términos estéticos, metabólicos o hormonales sin anclaje clínico.

El fenómeno es inquietante porque desplaza la centralidad del diagnóstico clínico, reemplazándolo por una lógica de chequeo permanente. Y nosotros, como médicos, quedamos atrapados en una tensión incómoda: la de validar, refutar o reinterpretar saberes que no provienen del campo biomédico sino del algoritmo de las redes sociales.

Aunque no figura aún como entidad diagnóstica en clasificaciones como el DSM-5 o la CIE-11, la cibercondria ha sido descrita como un patrón compulsivo de búsqueda de información médica en internet, que lejos de calmar la ansiedad del paciente, suele aumentarla.

Los estudios la caracterizan como un círculo vicioso de búsqueda → ansiedad → nueva búsqueda, que puede derivar en interpretaciones catastróficas de síntomas banales, incremento de la demanda médica injustificada y deterioro del vínculo médico-paciente.

Se ha desarrollado incluso una escala específica, la Cyberchondria Severity Scale (CSS), que evalúa cinco dimensiones clave:

  • Compulsión (búsqueda difícil de interrumpir)
  • Distress (angustia asociada al contenido encontrado)
  • Exceso (tiempo y frecuencia de las búsquedas)
  • Reaseguración (necesidad constante de consultar profesionales)
  • Desconfianza médica (descreimiento de los resultados clínicos o diagnósticos)

¿Cómo responder?

Algunas propuestas:

  • Recuperar el valor de la entrevista clínica como herramienta de contención, validando la preocupación del paciente sin condescender a la indicación de estudios innecesarios.
  • Explicar —sin tecnicismos— el concepto de valor predictivo y el problema del sobrediagnóstico, adaptado a su caso particular.
  • Promover una alfabetización en salud digital: sugerir fuentes confiables y educar sobre los riesgos de una medicina guiada por influencers.

Los números también generan ansiedad

No alcanza con decir “ese valor está normal” o “ese estudio no indica enfermedad”. Para muchos pacientes, los números tienen un peso simbólico —casi mágico—, que refuerza sus temores si no son adecuadamente explicados.

Un artículo reciente publicado en JAMA subraya que comunicar resultados médicos en números es en sí mismo una habilidad clínica, especialmente cuando se trata de estudios pedidos por fuera de una indicación médica clara. En el contexto de la cibercondria, esto adquiere aún más relevancia: el profesional debe traducir datos en significado, para restituir el sentido clínico que se perdió en el ruido digital.

Bibliografía:


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